martes, 27 de septiembre de 2011

Identidad secreta (por Fernando E. Juan Lima)

Identidad secreta (Abduction, EEUU/2011/104’).
Dirección: John Singleton.
Guión: Shawn Christensen. 
Fotografía: Peter Menzies.
Montaje: Bruce Cannon.
Música: Edward Shearmur. 
Intérpretes: Taylor Lautner, Lily Collins, Sigourney Weaver, Alfred Molina, María Bello, Jason Isaacs y Michael Nvqvist.


¿Lobo estás?
           
Las pocas o casi nulas expectativas muchas veces ayudan a que una película mediocre gane algo en la ponderación del espectador, discreta pero gratamente sorprendido. Identidad secreta, título con que la distribución local ayuda a que uno fácilmente confunda (por recordar sólo las películas estrenadas en este siglo, ya tuvimos Identidad, Identidad desconocida e Identidad sustituta, cuando sólo la primera correspondía al título original) y olvide este film, no es todo lo malo que uno podía imaginar.

Para ser claros: la saga de Crepúsculo me parece una basura infumable, una bazofia incomprensible y un enigma incontestable en relación con el éxito global que ha tenido, sobre todo en lo que a la juventud se refiere. Y aquí, como pasaba con Raffaella Carrá en Bárbara (1980), lo que tenemos es un vehículo para el “lucimiento” de un determinado personaje; en este caso: Taylor Lautner, el “lobito” de la saga antes citada (no, el vampiro lánguidamente anémico, no; el otro).
Que Taylor Lautner tenga el carisma y la magnética personalidad de un Julio Cobos, pero aún menos expresividad, poco parece molestar a sus seguidoras si, como en el caso, se garantizan unas cuantas escenas en que el guión justifique quitarse la camisa o la remera y quedar con el torso al descubierto. El pibe parece un muñeco de cera. De hecho, lo mejor de la película tiene que ver con el momento en el que el protagonista comienza a dudar sobre sus orígenes al ver el “identikit” que le propone la página web sobre personas perdidas que consulta e imagina como sería un niño (él, de pequeño) x años después, y comprobamos que, efectivamente, sobre ese torso amasado a fuerza de gimnasio y anabólicos se posa la exacta representación de un identikit viviente. Los rasgos (en particular los ojos) que parecen la expresión del melting pot al que refieren las teorías de la integración de razas en los Estados Unidos de Norteamérica se reflejan en una máscara casi inmóvil que en momento alguno logra transmitir algo parecido a una emoción o sentimiento.
Sin embargo, aun con ese demérito, la película es ágil, divertida. Las escenas de acción sin ser sorprendentes, son entretenidas, se entiende lo que pasa (cosa que a veces, el frenesí del montaje no permite) y el macguffin, la excusa que mueve la trama, es lo suficientemente alocada y absurda como para que nos olvidemos de ella y de las incongruencias de la narración. En roles secundarios se luce, como siempre, Sigourney Weaver, y Alfred Molina aporta lo propio. Si bien el arranque en la primera posición de la taquilla del fin de semana del estreno parece un exceso, frente a lo que los prejuicios indicaban, Identidad secreta aparece como un producto sanamente inocuo, con una acción parcialmente pasteurizada (¿para el gusto femenino?) pero que admite una visión algo más placentera que la de las otras películas de las que el chico-identikit ha participado como “actor” hasta el presente.
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Fernando E. Juan Lima                                      

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